por Pere Brunet

Viví mis primeros veinte años en el barrio de Gracia de Barcelona, un pequeño pueblo que en el siglo XIX quedó engullido por la gran urbe y que todavía mantiene algunas de sus características ancestrales: conexión entre la gente, comercio de cercanía, proximidad a todos los servicios esenciales. Luego, estuve casi veinte años en Can Serra, barrio de Hospitalet de Llobregat en el cinturón metropolitano de Barcelona, que creció hace unos 60 años como enclave dormitorio para “acoger” la mano de obra inmigrante que necesitaba la gran ciudad. En Can Serra viví las constantes reivindicaciones para reclamar unos mínimos servicios que permitieran vivir dignamente a sus personas, y entendí que cada solar significaba una contradicción entre el deseo especulativo y las necesidades de la gente. En Can Serra conviví, hice amigos, pero también descubrí la distancia abismal que había entre unos entornos urbanos y otros. 
Las ciudades, ¿resuelven nuestras necesidades? Las propuestas llamadas de “smart cities”, ¿son útiles? ¿Facilitan la vida a su gente? Boaventura de Sousa Santos, director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Barrero, 2018: 39-54) cree que no. Explica que no es cierto que la mayoría de gente del mundo viva en ciudades: trabajan en ciudades, cruzan ciudades, pero no viven en ellas. La mayoría, en vez de vivir en espacios urbanos, vive en zonas des-urbanizadas sin servicios ni espacios públicos y sin convivencia urbana. Dado que las grandes ciudades llevan a que la mayoría de su gente viva en lo que denomina “zonas de sacrificio”, dice que debemos diseñar otro tipo de ciudades: las ciudades de Paz, que no son más que ámbitos que cuidan su gente. 
Las ciudades se crearon como lugares para la protección de sus habitantes, pero en muchos casos, y básicamente en sus entornos periféricos, han dejado de serlo. Ello es así porque se ha olvidado el objetivo principal, que es el del cuidado de su gente. Carmen Magallón (Barrero, 2018: 57-60) explica que hay que asumir en profundidad la vulnerabilidad, individual y grupal, de todos: la de los desposeídos y la de los potentados. La vulnerabilidad no es algo coyuntural, sino que es una característica esencial de los humanos. Asumir la vulnerabilidad nos lleva a unas prioridades y políticas que consecuentemente deben orientarse a la cooperación y al apoyo mutuo. Y si el objetivo es el cuidado de la gente, los medios deberían incluir su protección, la atención a su vulnerabilidad, la proximidad y abundancia de servicios básicos, la tranquilidad y el sosiego (ver mapa de las ciudades lentas en CittaSlow, 2020) y la garantía de una seguridad humana universal (vivienda digna, alimentación, salud, educación, cultura y más) basada en el respeto a la dignidad humana (Gómez, 2020). Pero la experiencia nos demuestra que para que todo ello sea posible, es necesario limitar el tamaño de las ciudades.
Estamos rodeados de palabras vacías. Un amigo que vive en Viena, ciudad que se  considera “Smart City”, comentaba hace poco que con ello, nadie había notado ningún efecto; todo había sido, decía, una “operación de imagen”. 
El movimiento de ciudades lentas critica el urbanismo basado en objetivos económicos, que generalmente conlleva mega-proyectos para construir mega-ciudades. Como ejemplo de ciudades que no quieren crecer más, tenemos dos ciudades alemanas, Hersbruck y Waldkirch, de 12 mil y 20 mil habitantes. Desde que han empezado a implementar proyectos basados en la filosofía de las ciudades lentas, están más cohesionadas, han entrado en fase de prosperidad, y pueden evitar presiones que desearían atraer a grandes corporaciones con interés económico propio.
Casi nadie se plantea preguntas como estas: ¿cuál es el tamaño óptimo para una ciudad?,  ¿existe un límite en el crecimiento de las ciudades?, o bien ¿vivo en una ciudad demasiado grande?. Algunos investigadores como (Camagni, 2012) lo han planteado, concluyendo que un buen número de ciudades europeas han sobrepasado su límite “humano” (a partir de un cierto tamaño, las ciudades pierden su función protectora). Y Jason Hickel (Hickel, 2016) lo explica bien claro: necesitamos una “economía del estado estacionario que mantenga el equilibrio ecológico … es totalmente posible reducir el consumo de recursos incrementando a la vez las cosas que realmente importan: la felicidad humana, el bienestar, la educación, la salud y la longevidad”.
No es fácil responder a la pregunta de cuál es el tamaño óptimo de una ciudad, pero lo importante es hacernos la pregunta. Porque todo es limitado: el planeta, sus recursos, la biodiversidad, el agua, nuestro nivel de vida. La vulnerabilidad nos recuerda nuestros límites, y el equilibrio ecológico nos desvela que las ciudades equilibradas humanamente pueden auto-destruirse si no se auto-limitan.
Sabemos que hay un límite en el tamaño de las ciudades, a partir del cual puede haber demasiada gente que acabe malviviendo en zonas des-urbanizadas de la frontera de las ciudades, y no es esto lo que queremos. Personalmente, yo preferiría tener ciudades de menos de 100 o 200 mil habitantes, capaces de cuidar a todos sus habitantes. 
Si el objetivo son las personas, deberíamos pensar en ciudades humanas que, con un tamaño humano, garantizasen las necesidades y aportasen seguridad humana a todos sus habitantes. Pero esto requeriría un gran cambio cultural. ¿Seremos capaces de abordarlo?

Algunas referencias:

Ana Barrero, Coord. (2018) “Ciudades de Paz”, Foro Mundial sobre las Violencias Urbanas y Educación para la Convivencia y la Paz, Ed. Asociación Española de Investigación para la Paz (AIPAZ):  http://www.ciudadesdepaz.com/wp-content/uploads/2018/07/libro_digital-CIUDADES-DE-PAZ.pdf 

Roberto Camagni (2012), “One or infinite optimal city sizes?”:  http://ires.ma/wp-content/uploads/2015/12/camagni-capello-caragliu_rabat_0912.pdf 

Óscar Gómez (2020), “Human Security”,  United Nations Development Programme, Human Development Report Office: http://hdr.undp.org/sites/default/files/human_security_guidance_note_r-nhdrs.pdf 

Jason Hickel (2016), “The Contradictions of Economic Growth in an Era of Ecological Limits”, en “Engineering a Better World”, Royal Academy of Engineering, pp. 20-21:  http://www.raeng.org.uk/publications/other/engineering-a-better-world-brochure 
CittaSlow (2020), Slow Cities: Mapa de la red de ciudades que priorizan la calidad de vida de sus personas: https://www.cittaslow.org/

Pere Brunet, professore ordinario in pensione attivo in Informatica presso l’Università Politecnica della Catalogna a Barcellona